Editorial Nº 928

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Estimados lectores:

A partir de este número, tengo el elevado honor de dirigir la Revista del Notariado y continuar con una tarea que lleva más de un siglo y que, desde el año 1935, ha sido cumplida por diecisiete escribanos (antes, esa responsabilidad recaía sobre comisiones). Mi antecesor, el escribano Álvaro Gutiérrez Zaldívar, luego de casi dieciséis años en el cargo, cerró su último editorial deseándome la mejor de las suertes en esta empresa. Yo quiero agradecerle, por un lado, como lector de esta publicación, por el nivel del material que nos ha puesto a disposición durante su gestión, y, por otro, ya desde mi rol como nuevo director, por haber dejado una publicación de jerarquía, reconocida y valorada, con un equipo de trabajo de primer nivel. La vara es alta, de modo que la tarea que asumo implicará un enorme desafío.

Deseo destacar que de la gestión de Álvaro quedan reconocimientos, que aún no merezco pero que espero mantener, de parte de autores de ar­tícu­los ya publicados por el modo en que el paso por la Revista eleva la calidad de los trabajos desde la edición y en lo que hace a las herramientas digitales aplicadas. Pero hay algo más, que no puedo soslayar, y es la calidad humana de Álvaro, quien me ha acompañado en la transición, poniéndose a disposición y atendiendo mis inquietudes cada vez que lo requerí. Sé que su generosidad no acaba aquí y que seguiremos contando con su colaboración.

Tomando sus palabras en “Acerca de la Revista”, Gutiérrez Zaldívar aclara que se trata de la segunda revista jurídica más antigua de nuestro país que aún se edita, que ha contado con el trabajo mancomunado de los Consejos Directivos del Colegio de Escribanos y con la colaboración de sus distintas áreas, de la Biblioteca y de las Comisiones, y que ha vivido diversos cambios, muy positivos, los que en modo alguno invalidan lo que se hacía antes de cada uno. Concuerdo plenamente con él: “Los cambios son eslabones que constituyen una cadena que se extiende y mejora, una adaptación a los tiempos sin pérdida de valores”. Los cambios no siempre se dan para marcar una diferencia con lo anterior, sino para adecuarse a lo de hoy y a lo que viene, con el propósito único de mejorar.

La Revista es un ámbito plural y lo seguirá siendo. Pluralidad, honestidad intelectual y credibilidad se encuentran entre sus principios rectores, tal como sucede en el ejercicio diario de nuestra profesión. Se encuentra abierta a todos los que tengan algo que decir vinculado con los aspectos académicos y/o prácticos de nuestra profesión y lo hagan con una jerarquía y un estilo acordes a la publicación. Esto me consta no solo como lector, sino también porque he participado del trabajo de la Revista en los últimos años, desde su Comité Editorial, que hoy integran Maritel Brandi Taiana, Arnaldo Adrián Dárdano, Martín Giralt Font, Alfonso Gutiérrez Zaldívar, María Marta Herrera, Mariana Massone, Alberto Miguens y Pilar Rodríguez Acquarone.

El trabajo del Comité de Referato consiste, entre otras actividades, en la evaluación anónima de los ar­tícu­los presentados para su publicación, a fin de garantizar su calidad. El anonimato rige tanto para el autor como para el árbitro, ya que este desconoce la autoría del texto que evalúa. En el proceso de referato o arbitraje de cada ar­tícu­lo, se analiza si cumple el objetivo propuesto, la contribución al campo de estudio, la metodología aplicada, el estilo, el manejo de la terminología, la creatividad, el derecho de propiedad intelectual, los aspectos formales de organización interna del texto y la relación de citas y referencias bibliográficas, entre otras cosas.

 

Capacitarnos y salir de la zona de confort

La capacitación es, sin lugar a dudas, uno de los pilares de nuestra profesión. Nuestro perfeccionamiento redunda en beneficio de la comunidad, que necesita de nuestra función fedante y de la seguridad jurídica preventiva de litigios que le proporcionamos y de la que somos custodios. La colaboración de la Revista en la formación profesional debe ser permanente, para enriquecernos con el aporte y el intercambio, para jerarquizar nuestro trabajo y nuestra función. Y más aún ahora, época en que nos toca vivir un profundo cambio legislativo, del que como profesionales del derecho somos parte, y del que, como primeros intérpretes de la ley, nos hacemos cargo. Este fuerte víncu­lo entre la Revista y nuestra capacitación permanente se evidencia, por ejemplo, en las estadísticas de uso de su web, que muestran que una parte importante de los accesos diarios a la misma se origina en el campus virtual del Colegio y en el micrositio del Código Civil y Comercial.

El derecho de por sí es dinámico, pero evidentemente está en un momento de plena ebullición. Tenemos colegas que se han iniciado en el ejercicio de la función notarial con el Código Civil en su letra anterior a la reforma del año 1968, que han atravesado también la mayor parte de su vida profesional con el Código reformado por la Ley 17711, y que continuaron haciéndolo con el Código Civil y Comercial, que lleva ya dos años de aplicación y ha sido a su vez objeto de reforma en dos oportunidades: por la Ley 27271, que ha modificado los ar­tícu­los 2189, respecto de la especialidad en cuanto al crédito, y 2210, en cuanto a los efectos registrales de la anotación de la hipoteca, y por la Ley 27363, mediante la incorporación del ar­tícu­lo 700 bis y la modificación del 702, ambos relativos a la responsabilidad parental.

Estos cambios legislativos deben ser acompañados por el notariado, el que muchas veces, incluso, es el generador de los mismos. Y la doctrina que se produce en nuestro ámbito debe ser dada a conocer a la mayor cantidad de operadores del derecho que nos sea posible. Lógicamente, la jurisprudencia apenas se ha manifestado en estos dos años; no ha habido tiempo suficiente. Y siendo, como decíamos, uno de los primeros intérpretes de la ley, es necesario hacer llegar nuestra postura y nuestra opinión no solo a los colegas o demás actores involucrados en el quehacer notarial cotidiano, sino, y muy especialmente, a la Justicia, que será la encargada de expedirse respecto de lo que hayamos hecho, y a los más elevados ámbitos académicos. En este contexto, la Revista ha buscado voces provenientes de otros sectores de la comunidad jurídica, más allá del notariado.

Es necesario no solo juntarnos a debatir entre nosotros en nuestros propios espacios –que son útiles, que son importantes y que nos fortalecen–, sino que también debemos salir de la zona de confort y llevar nuestros conocimientos y experiencia afuera. Y una muy importante oportunidad para ello son las XXVI Jornadas Nacionales de Derecho Civil, las primeras cuyos temas fueron elegidos con el Código Civil y Comercial ya vigente y que se celebrarán en la ciudad de La Plata, del 28 al 30 de septiembre próximo, organizadas por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Allí, una de las comisiones (la Nº 10) versará sobre derecho notarial: “Innovaciones del Código respecto de instrumentos públicos y privados”, y debemos destacar que las tres presidencias serán desempeñadas por los escribanos José María Orelle, Carlos M. D’Alessio y María T. Acquarone, ocupando una de las vicepresidencias la colega Eleonora R. Casabé, y una secretaría el escribano y asesor jurídico notarial del Colegio Ángel F. Cerávolo. Serán también autoridades de la Comisión destacados colegas de otras demarcaciones. Sin duda, debe contarse con una gran presencia del notariado, y no solo en esta comisión, sino también en todas aquellas que, de un modo u otro, se vinculan con nuestra actividad.

 

El uso de la información

Ahora bien, lo que se maneja en la Revista es mucho más que información, cuyo valor se vuelve realmente relevante al compartirse. Es para todos muy importante estar capacitados, y lo es tanto o más que también lo estén nuestros colegas, aquellos con quienes interactuamos, todo el cuerpo notarial.

La información es una herramienta que brinda poder, por supuesto, ya que facilita la toma de decisiones, lo que nos vuelve más eficientes. Lograr soluciones nos ayuda a forjar un entorno mejor, sea que lo veamos desde el punto de vista de la comunidad notarial, como del de la comunidad vinculada.

Contar con la respuesta es un elemento a favor, pero es vital para llegar a ella contar con la pregunta adecuada: dónde reside la necesidad para saber qué información buscar, de dónde obtenerla y cómo utilizarla. La tecnología hace que hoy parezca más sencillo obtener información –y en cantidad–, pero no lo es tanto poder aplicarla. Para ello, es necesario saber cómo utilizarla. Allí reside el verdadero “poder” que podemos obtener de esta herramienta. Desde la revista nos proponemos que esté al alcance aquella que resulte relevante, fundada, clara, completa, plural, privilegiada. Que en definitiva sea el vehícu­lo para obtener la respuesta que cada uno esté buscando.

 

Homenaje

Durante el período de tiempo que abarca este número, se produjo el fallecimiento de Mario Antonio Zinny. Tal vez pueda parecer extemporánea la referencia, pero entiendo que no puede haber una publicación de índole notarial que no le rinda al menos un sencillo homenaje a esta personalidad del notariado, que tanto nos ha dado y seguirá dándonos, ya que nos queda su enorme obra. Hemos tenido la fortuna de contarlo entre los autores publicados por la Revista del Notariado, en reiteradas ocasiones. Se trata de un jurista de referencia obligada para la formación académica en derecho notarial y ha sido, fundamentalmente, de esas personas que trascienden las fronteras de su ciencia, yendo más allá de su enorme envergadura como doctrinario. Lo recordaremos también, por qué no, desenvolviéndose histriónicamente en el estrado del salón Posadas, en nuestra casa.

Por ello, contamos en este número con una semblanza del Dr. Zinny, elaborada por la colega Silvia Maela Massiccioni, de la ciudad de Rosario, a partir de textos producidos por el propio Zinny, quien tuvo el honor de conocerlo muy de cerca por haber sido su colaboradora en el ámbito académico.

 

Una reflexión

Hace poco escuchaba a un querido colega contar una anécdota, de esas que no importa si son verídicas o folclóricas porque encierran un mensaje, que quiero compartir aquí. Decía el colega que al ver a un amigo mirando por una ventana le preguntó “¿Qué hacés?”, a lo que le respondió “acá estoy, mirando y esperando ver a quien pude haber sido de no ser lo que soy”. La respuesta le hizo pensar y también mirar por ahí para intentar encontrar a quien él podría haber sido… pero eso no sucedió, no se le ocurrió nada, ninguna alternativa; ni siquiera supo por dónde comenzar a mirar. Se sentía plenamente satisfecho de ser notario. Creo que es un común denominador en la inmensa mayoría de nosotros: sentirnos orgullosos de ser escribanos. Intentaremos honrar ese orgullo desde aquí, desde cada página de esta Revista, que hacemos entre todos.

 

Este número

Contiene este número cinco ar­tícu­los de doctrina, tres dictámenes jurídico-notariales, un ensayo para la sección “Internacional”, y el mencionado “In memoriam”. De entre los ar­tícu­los, cobra una especial relevancia el del Dr. Claudio M. Kiper, integrante de la Sala H de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal, respecto de la naturaleza del plazo que se requiere para considerar saneado el título de un inmueble que verifica una donación entre sus antecedentes, tema que resulta especialmente delicado para el notariado.

 

Diego Martí

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